miércoles, 23 de enero de 2008

Reseña de "Tiempo mexicano", de Carlos Fuentes

Tiempo mexicano

José Arturo Salcedo Mena
jasmena EN apolo.acatlan.unam.mx

marzo de 2001

Tiempo mexicano es un retrato fiel de la realidad del país en distintas épocas: desde el imperio mexica y su caída, la conquista, la independencia, pasando por la revolución, el cardenismo, el imperialismo estadounidense, hasta llegar al movimiento estudiantil del 68 y el gobierno de Echeverría. Es un libro que invita al lector a asimilar y digerir el pasado de México a través de su lectura. Nombres de personajes nacionales e internacionales, múltiples citas a autores e intelectuales, infinidad de adjetivos, hacen de esta obra un tratado literario-filosófico-jurista de la realidad mexicana hasta la década de los 70.

La mayor parte del libro se refiere a los problemas y las esperanzas que trajeron consigo la Revolución. Relata los orígenes de las desdichas del campesino, del obrero y del indígena mexicano. En sus páginas, inmortaliza a los héroes del pueblo de México: Emiliano Zapata, Rubén Jaramillo y Lázaro Cárdenas; y sataniza, como lo tiene merecido, a Gustavo Díaz Ordaz.

Tiempo Mexicano es un retrato de nuestra historia, un relato dotado de una sinceridad tal, que afecta los sentimientos, deprime, y al mismo tiempo conmueve el sentir del lector. Las tragedias que sufrió nuestro país se relatan con crudeza y sin rodeos, contradiciéndose el autor, hasta cierto punto, en el sentido de que impide comprender lo que dice sobre el pasado: “debe ser cancelado, negado, destruido o recubierto como las siete sucesivas pirámides del centro ceremonial de Cholula”; con la lectura de Tiempo mexicano, la tarea de olvidar el pasado se hace más difícil.

Trata sobre la manera como el sistema político mexicano aumentó durante mucho tiempo las desgracias de la nación. La era de los dinosaurios priistas; el gobierno paternalista y divino; la prensa “vendida”; el tapadismo; la represión por parte del sistema; la concentración de la riqueza en un pequeño (pequeñísimo) sector de la población; los sacrificios humanos que ofrece la burocracia a la deidad presidencial; la represión física, moral, económica, cultural, política y humana del gobierno hacia el pueblo, son algunas desgracias que hace mención el autor en el texto.

Habla del desarrollo (¿o el nacimiento?) de los canales de expresión popular en México, de la libertad de expresión; de la creciente preocupación por lo mexicano; de la concientización por parte del pueblo sobre los engaños, la hipocresía y mediocridad del gobierno; del enorme despertar de las fuerzas cívicas del país; del uso de la capacidad crítica imaginativa y creadora para manifestar finalmente la unidad y la libertad sin miedo a la represión.

Carlos Fuentes deja en claro que para que México avance, para que México progrese, para que México logre el desarrollo, es necesaria la organización de todos los sectores de la población y así crear un programa económico y social que responda a las aspiraciones de la juventud (desarrollo económico, justicia social, libertad política y conciencia cultural). No basta quejarse, es necesario proponer soluciones y llevarlas a cabo. No debemos mirar hacia atrás, debemos ubicarnos en el presente y actuar para un mejor futuro. Tal es la visión de Carlos Fuentes hace treinta años. ¿Qué tanto podría haber cambiado hoy esta perspectiva?

Tiempo mexicano retiene y eterniza al pasado, hace que el pasado viva en el presente, concientiza al lector sobre su identidad y de alguna manera propone que hagamos un modelo de progreso y desarrollo por ese pasado inolvidable del cual se puede sustraer un rico acervo. A pesar de conocer el lector (mexicano) su realidad, continuará la búsqueda por su identidad.

jueves, 10 de enero de 2008

Reseña de: "El laberinto de la soledad", de Octavio Paz

El laberinto de la soledad

José Arturo Salcedo Mena
jasmena EN apolo.acatlan.unam.mx

30 de agosto de 2004

El laberinto de la soledad es el reflejo de la preocupación de Paz en torno al mexicano y su psicología y al mexicano y su moralidad. Octavio Paz, en esta obra, busca cuáles son los orígenes y las causas del comportamiento del mexicano tanto individualmente como colectivamente, y su forma de afrontar y desafiar al mundo; búsqueda que desemboca en el inconsciente, como origen y causa de la conducta del mexicano.

El propósito de la obra de Paz es encontrar una identidad para los mexicanos, para que no floten más en el “limbo” preguntándose quiénes son. El argumento central del autor es que los eventos históricos de México tienen una influencia significativa en los sentimientos de soledad e inferioridad que han caracterizado al mexicano.

La soledad es la consecuencia del sufrimiento del mexicano por perder contacto con el resto del mundo, y, lo que es más importante, por perder contacto con ellos mismos y con su historia. Un aspecto central en El laberinto de la soledad es la comparación que hace entre la cultura mexicana, que es cerrada, con la cultura norteamericana, que está abierta al exterior. Paz dice que los secretos mexicanos nunca son revelado por miedo a que “el mundo penetre en su intimidad”; es por ello que el mexicano ha deseado permanecer escondido del mundo. Escondiéndose detrás de una máscara, el mexicano se separa, se aleja, del mundo y de los demás pero también se aleja de sí mismo y de su propia identidad. Entre más se aleja el mexicano, más soledad oprime y deprime al pueblo de México.

Uno de los aspectos más fascinantes del libro es cuando Paz trata el tema de las fiestas y celebraciones en el país. En este apartado es donde afirma que las fiestas en México no solamente son un ritual sino también una catarsis; una oportunidad para exteriorizar la felicidad, el coraje o la frustración. El mexicano está muy apegado a sus costumbres y tradiciones. Una de ellas es la muerte, y el culto a los muertos en el mes de noviembre, donde el mexicano recuerda y llora a aquellos que dejaron este mundo; otro suceso que celebran los mexicanos es el Grito de Independencia en donde hacen un lado sus problemas y por una noche se sienten felices, fatuos y orgullos de haber nacido en México.

En cada fiesta, en cada celebración, el mexicano muestra un rostro apropiado, una máscara. El mexicano con el tiempo se vuelve hábil en el uso de las máscaras, aprende cuándo llevar la máscara de la tristeza y cuándo la de la felicidad; aprende a fingir y a disimular. El uso recurrente de máscaras hará que la verdadera esencia del mexicano se extravíe en la soledad de su interior.

El Laberinto de la Soledad es una reflexión acerca de la historia de México y el poder e influencia que ésta tiene para forjar la identidad del mexicano. México es un pueblo nacido de una “violación”, cuya madre, una indígena maltratada por el conquistador español, parió un violento mestizaje. De ahí que el mexicano sienta que pertenece a dos mundos y a ninguno, de ahí que el mexicano se resguarde en sus fiestas, en sus tradiciones, en sus hábitos, en su religión; de ahí todo el derroche de energía característico de las celebraciones mexicanas, pero todo detrás de una máscara que esconde la nostalgia de volver al pasado glorioso o al pasado en que no era todavía.

El no superar la invasión europea a territorio mexicano, el no aceptar la mezcla de la cultura europea y la cultura precolombina; el percibir la llegada de los españoles como dominio y violación hace que el mexicano se sienta como un hijo ilegítimo, un hijo bastardo, producto de una violación. Y no sólo la Conquista es lo que ha generado este trauma, sino también otros episodios de la historia que son similares; en la época precolombina, por ejemplo, aztecas y toltecas erradicaron culturas . El hecho de que toda la historia de México se resuma en un recuento de conquistas y conquistados, de dominantes y dominados, puede ser la razón por la que el mexicano ve a la vida como lucha y como un enemiga, razón definitiva por la cual se puede decir que el mexicano tenga un sentimiento de inferioridad.

Sentimiento de inferioridad que se debe a los dramáticos episodios de la Historia de México y que se ve reflejado cuando el mexicano la cuestiona, cuando cuestiona su cultura y cuando cuestione su identidad. Sin identidad, los mexicanos no tienen origen ni metas que cumplir, por esto el mexicano se aleja del mundo, se siente inferior: sentimiento que desemboca en soledad.

El mestizaje, producto de la fusión de historias, ha causado confusión y tristeza, ha derivado en varias vertientes culturales que han dado forma a lo que hoy es el mexicano; ya no es el indígena que fue conquistado por el español ni el español que violó a la mujer indígena. El mexicano es el producto de la unión de dos y más culturas; no obstante, este trauma, esta crisis de identidad sigue presente, se debe hacer a un lado este complejo y comprender que este pasado es parte de la historia de México, que no hay razones para permitir que estos episodios sigan cobrando su cuota de sangre. Es necesario comprender que este dramático pasado no es único, que tenemos varios pasados y varias historias y que la Historia de México es precisamente la unión de historias y pasados.

El desconocimiento de la Historia de México, el negarla, el asociarla con una historia de fracasos, de violaciones, de derrotas y de proyectos fallidos hace que el mexicano se pierda en un laberinto de soledad. Para superar este trauma y esta crisis de identidad no se debe copiar otras culturas, pues el sentimiento de inferioridad será evidente para el resto del mundo y también arrancará las raíces y matará a la herencia mexicana. Los mexicanos deben conocer y comprender su historia para entender su presente, deben escapar de su soledad y definir su identidad. Para que el mexicano salga de su laberinto de soledad tiene que arrojar las máscaras que cubren su rostro y convertirse en dueño de sí mismo. Evidentemente la autenticidad convergerá en emancipación y legitimidad.

Reseña de: "Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista", de Miguel León Portilla

Visión de los vencidos
Relaciones indígenas de la Conquista

José Arturo Salcedo Mena
jasmena EN apolo.acatlan.unam.mx

23 de agosto de 2004


Visión de los Vencidos
es un reflejo del sentimiento de los mexicas antes, durante y después de la Conquista. Miguel León Portilla es quien hace la inconmensurable labor de organizar textos traducidos del náhuatl para proporcionar la perspectiva de los aztecas de lo que fue la llegada de los españoles a su imperio. Visión de los Vencidos está compuesto por una serie de documentos indígenas que relatan los hechos acaecidos desde poco antes de la llegada de los españoles hasta la rendición de México-Tenochtitlán. Las narraciones describen meticulosamente y de manera espléndida el encuentro (encontronazo dirían algunos) que los nativos de México tuvieron con los españoles.

León-Portilla deja hablar a los documentos indígenas por ellos mismos, no acude a modelos extranjeros, a modelos occidentales, para explicar la historia de México. El autor nos permite pasar de la visión del México para otros al México para sí (al México para nosotros), del México objeto al México sujeto. León-Portilla permite hacer una lectura de la situación de la Conquista de México en la que se considera a los mexicanos como sujetos de su propia historia, más allá de la lógica que sugiere que México se define por la perspectiva de los españoles, los vencedores.

Antes de Visión de los Vencidos, el único testimonio organizado sobre la Conquista era la crónica victoriosa de los propios españoles. Este trabajo privilegia la esencia, la naturaleza y las dimensiones internas de la cultura prehispánica, aspectos que se pierden en las otras historias de México cuando se privilegian las manifestaciones externas, las manifestaciones occidentales. En otras palabras, aspectos que se pierden cuando se trata de estudiar y explicar la historia de México desde la historia de Occidente.

La serie de textos náhuatl recopilados por León-Portilla constatan que los indios tuvieron conciencia de lo que les ocurrió a la llegada de los españoles. Los relatos testifican los presagios que anunciaron el desastre, la imagen que los indígenas se formaron acerca de los españoles, el avance de Cortés por tierras mexicanas en dirección a la metrópoli, las batallas heroicas de los habitantes del imperio azteca en su vida y de su cultura y la ruina final del mundo mexica.

Los textos que presenta León Portilla fueron en su mayoría rescatados por frailes franciscanos en su afán de comprender al otro, de salvarlo y de cuidarlo (que salvaron además a los indígenas del exterminio total) y del afán de los indígenas por que perdurase su raza y su creencia.

Los pasajes indígenas reflejan la grandeza y el poderío de la raza azteca. Un aspecto sugestivo que nos relatan los documentos, y que es generalmente relegado cuando se estudia nuestra historia, es que la caída del imperio azteca no fue una derrota humillante, fue producto de una cruenta lucha en la que hubo bajas tanto del lado azteca como del lado español. Una lucha en la que los aztecas salieron victoriosos de numerosas batallas y que dejaron a los españoles en muchas ocasiones “llenos de pavor”. En la guerra, nos relatan las fuentes recopiladas por León Portilla, ningún azteca hizo alarde de miedo, ninguno se sintió tímido, nadie mostró ser femenil, todos se mostraron viriles, fuertes y valientes frente al enemigo. La caída de México-Tenochtitlán no fue producto del vencimiento apabullante de los españoles, fue producto de la rendición del emperador Cuauhtémoc, que viendo el llanto, el hambre, el sufrimiento, la angustia y la destrucción ocasionados por la guerra decidió entregarse, pedir a su pueblo que no peleara más y pedir a su enemigo que le diese muerte.

Otra parte interesante de Visión de los Vencidos, y que no debe ser olvidada en la lectura y en los análisis de la obra, es la correspondiente al Apéndice. En este segmento León Portilla nos narra una visión presta y sucinta de la evolución del México antiguo: de su metrópoli, de su sociedad, de su cultura y del papel de la guerra. Es en esta parte donde el autor subraya la importancia de Tlacaélel, el consejero de reyes, quien dirigió y consolidó el poderío y grandeza de su pueblo durante el siglo XIII. Fue también él quien decidió dar a su pueblo una nueva versión de la historia para inculcar en él la creencia en los mismos dioses, el espíritu místico-guerrero del “pueblo del Sol” y de su misión en la faz de la tierra. Al conocer el rol que tuvo este personaje en la historia, es inevitable pensar en la necesidad de un Tlacaélel contemporáneo que dirija a los hijos del pueblo del Sol hacia una meta gloriosa.

Visión de los Vencidos es en suma un análisis histórico de la Conquista de México y de sus conquistados con categorías propias de su realidad, es un modelo histórico propio hecho por los antiguos mexicanos. Visión de los Vencidos hace a un lado el colonialismo histórico que fuerza el comportamiento de los hechos para que se ajusten a los modelos de los países dominantes.

Los documentos presentados por León Portilla muestran la génesis del trauma que dejó en el alma azteca la destrucción de su ciudad y de su cultura. No obstante, desde esta visión de los vencidos, el mexicano puede reconciliarse con la conquista, perdonar el daño que nos hicimos y hasta reconocer el arrojo de la espada y el fervor de la cruz. La historia del mexicano no es una historia de derrotas, nuestra identidad no debe estar forjada en el despojo que sufrieron los aztecas y que es representado en Visión de los Vencidos. Es cierto que hubo una cultura original, que la cultura azteca es nuestra cultura madre, con la cual nos sentimos férreamente identificados; pero también es cierto que tenemos una cultura paterna que es la española (a la cual generalmente rechazamos). El mexicano no es indígena ni es español, es precisamente la mezcla de estas dos razas. Somos mexicanos.